Héroes remangados, de boina y bastón.
Recuerdo con cariño los paseos por La
Dehesa con mi abuela. Solían ser por la mañana, cuando el sol empezaba a
calentar. En una ciudad como Soria, con el clima castellano propio de la zona,
se hace necesario aprovechar al máximo la ventana diaria de relativa buena
temperatura durante los meses de primavera. Eran paseos donde empleábamos las
horas en todo tipo de actividades: corretear con las ardillas, jugar en los
columpios, dar de comer pan mojado a las palomas, e incluso recuerdo a otro
abuelo, cuya nieta era compañera de juegos, que cada vez que nos lo cruzábamos
me enseñaba a hacer una figura de papiroflexia, todas diferentes y todas hechas
por él. Era un verdadero artista, y llegué a tener un cajón entero de figuras
suyas, e incluso un libro de papiroflexia dedicado de su puño y letra.
Es un parque acogedor donde conviven a diario jóvenes haciendo deporte con abuelos paseando a nietos, y donde hasta hace poco se veían numerosos grupos de personas mayores disfrutando de juegos tradicionales como la petanca, los bolos, o la tanguilla. Era entrañable ver grupos de boinas y bastones con el ¡clap…clap…clap! del tejo golpeando en el suelo como sonido de fondo, o mujeres remangadas lanzando la bola con entusiasmo.