Héroes remangados, de boina y bastón.
Recuerdo con cariño los paseos por La
Dehesa con mi abuela. Solían ser por la mañana, cuando el sol empezaba a
calentar. En una ciudad como Soria, con el clima castellano propio de la zona,
se hace necesario aprovechar al máximo la ventana diaria de relativa buena
temperatura durante los meses de primavera. Eran paseos donde empleábamos las
horas en todo tipo de actividades: corretear con las ardillas, jugar en los
columpios, dar de comer pan mojado a las palomas, e incluso recuerdo a otro
abuelo, cuya nieta era compañera de juegos, que cada vez que nos lo cruzábamos
me enseñaba a hacer una figura de papiroflexia, todas diferentes y todas hechas
por él. Era un verdadero artista, y llegué a tener un cajón entero de figuras
suyas, e incluso un libro de papiroflexia dedicado de su puño y letra.
Es un parque acogedor donde conviven a diario jóvenes haciendo deporte con abuelos paseando a nietos, y donde hasta hace poco se veían numerosos grupos de personas mayores disfrutando de juegos tradicionales como la petanca, los bolos, o la tanguilla. Era entrañable ver grupos de boinas y bastones con el ¡clap…clap…clap! del tejo golpeando en el suelo como sonido de fondo, o mujeres remangadas lanzando la bola con entusiasmo.
En los tiempos que corren da tristeza
ver este parque vacío, pues muchos de estos mayores están luchando en soledad
contra la enfermedad que nos rodea, y algunos de ellos pereciendo en el intento
por superarla. Los nuestros no tuvieron una vida fácil, nada fácil. Nacieron y
se criaron con las miserias de una guerra civil. Se hicieron adultos a marchas
forzadas en un período de posguerra marcado por la hambruna, el analfabetismo y
la represión. Con trabajo duro, y en un ejercicio de confraternización con el
vecino, llevaron a sus hijos a vivir en un estado de bienestar que ni ellos
mismos habían podido imaginar en el mejor de sus pensamientos. Años más tarde,
y cuando satisfechos disfrutaban de su “obra” de la misma forma en la que lo hace
el escritor que relee la novela que le ha costado años escribir, o el
compositor que escucha por fin el estreno de su sinfonía que tanto tiempo le ha
llevado componer, tuvieron que ser en muchos casos una vez más el sustento económico
de la familia y soportar la dureza de una crisis económica de la que, para más
inri, eran los menos responsables.
Todo lo vivieron y todo lo superaron,
sin llamar la atención, restándose protagonismo, a menudo manteniéndose
prudentes, y siempre llevando el dolor de una forma estoica con una mueca
sonriente por fuera. Algunos de estos héroes se nos marcharán estos días, pero
lo harán con la serenidad característica de quien ha sufrido épocas de miseria
y ha disfrutado períodos de alegría, de quien la perspectiva de tantos años
vividos le hace conocedor de que todo acabará pasando y volverán los días de
jolgorio, esa misma serenidad que transmitía su consuelo cuando te raspabas una
rodilla en el parque o te dabas un tozolón en el columpio. Se despedirán sin
más, y lo harán como lo hacen los verdaderos héroes; de forma anónima, con
entereza y, lejos de pretender pena o gratitud, guardando para su último
aliento palabras de ánimo que expresan esa heroica serenidad de la que les hablaba:
“Tranquilo chaval, todo va a ir bien.”
Alberto Grande Miranda
"Dedicado a todos los abuelos y abuelas que nos están dejando estos días, o que están sufriendo la enfermedad en soledad. Un país no es más que su historia y sus gentes, y nuestras personas mayores son los únicos remanentes vivos que nos quedan de la historia. Hagamos lo que podamos, ya si no es para poder mantenerlos vivos, para no olvidarlos cuando se vayan."
Precioso, me trae nostálgicos recuerdos de aquella infancia vivida con ellos. Pero no han perdido nada, en nosotros ha quedado su influencia y la transmitiremos con mucho cariño. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Un abrazo!
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